LA NARRATIVA DEL CAPORAL POR PAVEL FRANK ROZAS PINO

 

LA NARRATIVA DE LA DEFENSA DEL CAPORAL

Alejandro Manuel es cubano; todos sus tíos militares leales a los Castro. Después de estudiar comunicaciones, y observando un escenario poco halagüeño para desarrollar su carrera, decidió enrollarse en la milicia de la isla, siguiendo la costumbre familiar. Mientras entrenaba su nueva vida militar, el General Patricio ve condiciones innatas en Alejandro Manuel para ser incluido en un grupo de elite, que tiene como misión formarse como agentes que tentaran ser parte del servicio de inteligencia cubano denominado "G2". Tras un arduo entrenamiento, Alejo, como lo llamaban sus amigos, está preparado. Una mañana, cuando terminó de desayunar, llegó a sus manos una epístola informando que ha sido seleccionado para viajar a Managua, la capital de Nicaragua… Con mucho entusiasmo esperaba con ansias el día de viaje; nunca había salido de la isla. Cuando el avión se emancipa en los cielos, ve con nostalgia como su querido país desaparece entre las copiosas nubes. Viaja con el nombre de Aníbal Martínez, el cual repite machacadamente para que no se le olvide. En el aeropuerto Augusto C. Sandino lo espera la secretaria de Estado, Renata Casas, una dama escultural, risueña y en extremo amable. Frisaría medio siglo de edad. En el trayecto informó que le han alquilado por tres meses una casa en el barrio residencial Las Colinas. Instalado en su nueva casa, el extremo lujo le produce un sentimiento de lejanía de pertenencia. Recostado en una inmensa cama, se aprestaba a realizar una siesta que es interrumpida por el sonido de un teléfono; cuando contesta, se presenta el General Pedro Pineti, con voz áspera; ordena este preparado; lo recogerá en treinta minutos… El general mide casi dos metros de estatura, bigotes poblados y recortados con prolijidad; indica con voz cansina que se desplazaran a la casa de gobierno denominada la "Casa Naranja". En el trayecto no hay conversación. Cuando llegan, son recibidos por la voluptuosa Abigaíl, quien peticiona ser seguida por unos pasadizos palaciegos hasta llegar a un salón donde los espera el jefe de informática José Igúzquiza, quien con paso marcial y poca cortesía muestra el centro informático y el cubículo asignado a Aníbal Martínez. Sin mayor aspa viento hace entrega de una caja repleta de documentos. Enfatiza que quiere su opinión en corto tiempo de cómo aplacar a los ciudadanos que están organizándose en contra del régimen de Daniel Ortega. Ahora Aníbal revisa de forma exhaustiva cuadernos e informes de inteligencia, llegando a la conclusión que no existe un real peligro. Con maestría, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, con más de diecisiete años ininterrumpidos en el poder, ha aplacado cualquier intento de derrocamiento del dictador. Cuando Aníbal da a conocer sus conclusiones, siente una cierta incomodidad del jefe de informática quien se da media vuelta y grita que puede retirarse. Cuando llega a su casa se percata que han revisado sus pertenencias. De pronto, suena una bombarda, tirándose al suelo instintivamente, pero es el anuncio de la procesión de Santo Dominguito, el Patrón de Managua. Muy temprano suena el teléfono; de un salto Aníbal contesta la llamada. Es su jefe Raúl, primo del presidente cubano Miguel Diaz-Canel, le enfatiza que lo quiere como un hijo y le informa su nueva misión. Es en La Paz, Bolivia. En el país, mal llamado altiplánico, pues solo una pequeña parte de su territorio pertenece a esa zona, es recibido con mucho entusiasmo. Una comitiva lo recogería del aeropuerto El Alto. El mismo ministro de defensa lo recibe con un fuerte apretón de manos y lo lleva a su residencia en la zona sur. En su lujosa casa está acondicionada una formidable oficina donde realizaría su labor, le indican. Al día siguiente, muy temprano, se presenta Enriqueta Ulloa, homónimo de la extraordinaria cantante tarijeña, símbolo de la canción popular de su país. Indica que únicamente debe comunicarse con ella mediante un móvil que le entrega en sus manos. La belleza de Enriqueta aturde al cubano, aún más su inteligencia y enorme memoria que corroboraría con el paso de los días. En las dos primeras semanas, el espía se zambulle en una maraña de documentos que dan cuenta de la realidad boliviana, desde lo económico, cultural, antropológico, geográfico y demás. La farra que ha promovido el populismo del MAS—Movimiento al Socialismo, en el poder desde el dos mil seis hasta la fecha, con un breve intervalo, parece insostenible. Una visiblemente contrariada Enriqueta asevera que la escasez de dólares americanos, la exigua inversión extrajera y la devaluación de la moneda los coloca en un escenario ad portas a una convulsión política y social, la cual será el caballito de batalla de la oposición… Solicita una receta para ganar tiempo. Es lo que requiere el gobierno para maquillar las cifras y conseguir apoyo de países a fin de propiciar un rescate económico. Enfatiza que están trabajando para canalizar lazos de cooperación con China y Rusia. El cubano suelta una carcajada; después se escusa al ver el rostro indignado de Enriqueta. Cuando arremete sus disculpas, afirma que ambas naciones no los ayudarán. Solo colaboran con países donde tienen un interés real de inversión o buscan endeudarlos y no es caso de Bolivia. Ella se despide indicando que quiere una respuesta en tres días. Un aturdido Aníbal camina las calles de La Paz, tratando de encontrar una solución. En esas largas caminatas, disfruta del pan sarna, fricasé de cerdo y pique a lo macho. Su primera idea es reavivar el sentimiento separatista de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, pero esa narrativa ya había sido utilizada en el pasado sin mayor resultado. Recuerda que en sus largas horas de lectura y entrenamiento repetían que la lucha siempre es interna, que el adversario no es externo; la única forma de superación personal es la contienda que se libra en el interior del individuo. Después de horas de reflexión, tiene claro que hay que crear un enemigo externo para virar la óptica ciudadana por un tiempo, el requerido para que el gobierno maneje el maquillaje de los serios problemas económicos… Durante más de cien años, pueblos de Puno y Oruro danzaban al compás de la alegría y armonía en la Fiesta de la Candelaria y el Carnaval de Oruro; alegres hombres demostraban su arte al paso de Morenadas, Diabladas, Tinkus, Sicuris, Waca Wacas etc. El origen de las aludidas danzas era una tarea pendiente; entonces había que inocular odio por el robo del folklore, exacerbando un nacionalismo que es caldo de cultivo, donde la educación es paupérrima. La receta estaba preparada; la táctica sería una guerra de baja intensidad, provocando en las redes sociales peleas ficticias entre bolivianos de buen corazón y un grupo de bolivianos que se hacían pasar por peruanos. El veneno inoculado, cuáles ofidios destilaba en todas las redes, superando las expectativas; en corto tiempo se creyeron la narrativa, apareciendo falsos defensores de la cultura emancipándose a su anonimato. También se crearon asociaciones donde sus dirigentes disfrazaban sus claras intenciones políticas con la careta de defensa de la cultura. El agente cubano estaba más que contento. Pero el odio es un motor que languidece con el discurrir del tiempo. El maquillaje de los verdaderos problemas se ha cuarteado y en sus grietas se abre paso la realidad negada… (continuará)

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