Al tío Cochito Por: Pavel Frank Rozas Pino

Luz de alegría, sonrisa fácil y buen talante
espíritu lejano no más para adelante
añoraste decirnos que siempre es posible
que la buena vida no es imposible.
 
Recordarte ya no es una epifanía sino lejanía
momentos pequeños que siempre son grandes
apuro al beber sediento de sus miles y estragos
como el ejecutivo siempre busca el deber.
 
El baloncesto disciplina que amaste como el poeta
construyo dejando sudor, lágrimas y amor “Los Heraldos”
que no eran negros sino de todos los colores sudando
al rebote del balón que siempre alivia los dolores.
 
Hermanas mayores y hermanos en vida que envidia
pasamos instantes eternos de alegría y tristeza cuando
nos dejaron los padres, que nos regalaron unidad
por lo que no podemos decir que el éxito es casualidad.
 
Lumbrera de bondad, paz en el corazón requiero,
porque es tan fácil evocarte y el olvidarte siempre más lejano
pensamiento errante porque siempre se vive en el alma
que me apremia y me calma para no salir a buscarte.  
 
Devuélveme la alegría que me regalaste, y no te la lleves
esa blanca ilusión de volver a verte en esta soledad
camino sin esperanza en el frenesí de la cornisa
que son los escollos que hay q sortear en la existencia.
 
Seguro siempre lejos te nombramos los sobrinos
que queremos curar las heridas al recordar tu enorme corazón
arrebatos de recuerdos que se presentan a cada instante
que Dios te guarde como siempre en la Virgen del Carmen.
 
El sempiterno adiós quiero creer que no existe
ambrosias de esperanza, hay un después donde todo es mejor
para tomar una tarde del veinticuatro de mayo un jaibol
y disfrutar de nuestro último partido de básquetbol.
 
Nos hacemos viejos y en esta parte del mundo Cochitos somos
pero en nuestros corazones hay un tío cochito joven que
nos espera con la chanza en la piel y cariño en el corazón
tu luz ilumina el sendero que estamos recorriendo a tu encuentro.

 

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